El Presidente García marcó una pauta y es el Perú del 2021; una meta más electorera que prospección para el desarrollo; en fin, sea corto, mediano o largo plazo, lo importante es tener un horizonte temporal sobre el cual caminemos sostenidamente y hacer de nuestros imaginarios, realidades.
Las inversiones han sido la estrategia del anterior y actual gobierno, que ha significado un esfuerzo por vender una buena imagen del Perú en el exterior. Una estrategia de esta naturaleza implica adecuar escenarios para su cristalización, como por ejemplo: seguridad jurídica, tributaria, laboral, una economía de fácil sinergia y sin poderíos monopólicos. Un Estado que en sus diferentes instancias sea un componente proactivo, una sociedad civil acomodada a retos de crecimiento y desarrollo y una población que entienda que los procesos pueden tener resultados beneficiosos para todos, sabiendo que arrastramos un déficit histórico de satisfacción de necesidades.
En las últimas décadas hemos sido testigos de varios modelos y estilos de crecimiento que apuntaban a desarrollar un país de otro nivel; tuvimos inversiones sobre la base de un modelo sustitutivo, que quedo en el tiempo desfasado por no tener claro las consecuencias de un estilo productivo basado en el ensamblaje, luego nos ilusionamos con la sustitución de exportaciones, queríamos rápidamente dejar de ser primario exportadores. Quizás no pensar claramente en valores agregados a nuestras materias primas, demoró nuestra entrada a mercados exigentes.
El escenario neo liberal nos planteó otros retos, que tenían que ser combinados con ajustes estructurales de la economía; producto de recesión, inflación y crisis en América Latina, el reto de la estabilidad estaba planteado como mandato y había que ajustarse a ello. Aparecen indicadores que tenían que hacerse, como tener ventajas comparativas y ventajas competitivas, como generar mejores productividades sobre la base de innovaciones tecnológicas en los procesos productivos. En realidad se ha hecho un buen esfuerzo en la mejora de nuestros activos productivos, mejorado redes y obligadamente tener una gerencia acorde con las circunstancias.
Pero todo el esquema responde a la estrategia del mercado externo como destino de nuestra producción, con más o menos valor agregado. Lo que no se tuvo claro era como mejorar las condiciones de nuestro mercado interno, como elevar su poder adquisitivo para que también sea destino de consumo; en realidad, somos un mercado interno “pobre” que en el tiempo, poco a poco ha ido incorporando consumos que antes no estaban priorizados.
Haciendo una evaluación por sectores de nuestra economía tenemos: en el primario; la minería es el componente más importante en generación de ingresos al fisco, por varias vías, sus compras nacionales no guardan relación con la importación de activos productivos y el grado de desarrollo tecnológico de una producción muy competitiva, usa escasa mano de obra. Hay otro sector de explotación de corte informal que usa mano de obra intensiva, pero en condiciones de mucha explotación, además de ser destructivos y depredadores del medio ambiente.
La pesca no ha generado expectativas de crecimiento y desarrollo del sector; tenemos una visión muy artesanal en su manejo y no se ha posibilitado la incorporación del producto marino a nuestras dietas en porcentajes mayores; lo poco que se explota no preserva ni conserva nuestra riqueza marina. La pesca es un sector con excelentes oportunidades, en donde sus componentes deben de tener claro que su explotación racional, tanto para un mercando interno como para la exportación es el eje de su estrategia; agregando que, nuestros productos marinos tienen un calificativo gourmet en las mejores cartas gastronómicas del mundo. De otro lado, la inversión en fábricas harineras entró en escena cuestionada por sus malas prácticas; y es allí donde debemos enfatizar tomando en cuenta inversiones productivas, generadoras de posibilidades y “limpias”.
La agricultura, una actividad que va de la mano con nuestra historia, hasta hoy no logra tener un estándar de poderío que la sitúe como un sector importante de nuestra economía, salvó excepciones que confirman la regla. Temas de uso de mano de obra, tecnología, infraestructura, mercados, precios, inestabilidad social, objetos y sujetos políticos, etc., son una constante. En una lectura crítica de su situación, tenemos formas tradicionales, intermedias y desarrolladas, hemos generado un discurso de una agricultura que debe tener la denominación de agro exportación; de otro lado, el Estado invierte recursos en infraestructura para tal propósito, pero los componentes están aislados y no dan una lectura de articulación. La agricultura para el caso nuestro, combina bien con la generación de energía, por los sistemas de represamiento del agua y canales, pero esta agricultura tiene un tema sensible, que es el stress hídrico que estamos evidenciando; todos estos conceptos deben de tener sentido en el propósito de hacer de la agricultura, no por sus procesos, sino por sus productos; un sector de mucha inversión, no necesariamente en escalas minifundistas ni exageradamente latifundistas sino, en modelos productivos donde tecnología y mano de obra, no se disputen espacios, recursos, infraestructura y capacidades, sino que sean componentes de inversiones de buen fruto.
Los otros componentes del sector primario, como gas y petróleo, no está en nuestro alcance su manejo y explotación, pero si somos obligados pasos y/o depósitos. No olvidando que en el sur del Perú, tenemos a Marcona, Matarani e Ilo como, origen-destino de la vía interoceánica y otras vías, que muy bien en sus entornos se puede generar plataformas logísticas de manejo múltiple.
Nuestro sector secundario tiene componentes como, industria, construcción y electricidad, en donde sus dinámicas no han ido todas de la mano. El de mayor crecimiento obviamente es la construcción, todo por un boom que viene desde el Estado, por el gasto público y del sector privado, con inversiones inmobiliarias, comerciales, servicios e infraestructura; su crecimiento lidera la estadística. La electricidad crece por consumos, pero no encontramos nuevas fuentes para mayores consumos, pensando en mayores inversiones. La generación de energía debe de evaluarse desde la perspectiva de la matriz energética que necesitamos para afrontar consumos futuros de uso, domestico, industrial, minero, vehicular. Nuestro sector industrial quedó congelado en gran medida, salvo algunas líneas que por necesidades de mercado tuvieron que adecuarse; algunas industrias tradicionales nuestras modernizaron sus procesos y elevaron sus productividades, sus escalas todavía no alcanzan demandas importantes, pero se incorporaron a la modernidad; además, no se ha vuelto a generar posibilidades de un parque industrial que devino en otro uso, este sigue siendo un espacio de posibilidades. La estrategia de adecuarse a modelos impuestos por decisiones de políticas gubernamentales, generó migración de capitales; no fueron estrategias por iniciativas gremiales, corporativas; tenemos los casos de ley de parques industriales, industrias de fronteras, zonas francas, liberaciones arancelarias, etc. Nuestra industria priorizada sobre la base de mercados debe de tener retos sostenibles y sustentables, sobre la base del mercado interno, externo, TLC, mercados sub regionales; estos escenarios competitivos demandan calidades y productividades donde el bajo costo sea compatible con calidad de producto. La CCIA tiene un reto histórico respecto de uno de sus componentes, la industria.
El sector terciario, tiene la batuta del sector más dinámico de nuestra economía; las tendencias de América latina dan cuenta de una tercerización de nuestra economía, basado en indicadores sobre todo de, inversiones menores, uso intensivo de mano de obra y tecnología de los servicios. Comercio, servicios y sobre todo turismo le han dado esa lectura; mucho de este sector estaba en los linderos de la informalidad que por decisiones de Estado y mercado se han ido incorporando; han crecido los servicios bancarios y financieros, el transporte es un componente que no logra incorporarse plenamente a formas empresariales, legales. Aquí hay mucho trabajo por hacer en temas de direccionalidad de inversiones, mejorando su costo-beneficio.
El escenario de las inversiones tiene que tener seguridades, infraestructura, equipamiento, capacidades, impactos minimizados y controlados, responsabilidad social; debemos de Internalizar inversión, crecimiento, desarrollo, responsabilidad, aporte, compromiso, beneficio, etc., es una tarea de todos los que creemos en el progreso, con miras a mejorar nuestras condiciones y calidades de vida.
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