Lo de sopa de letras, tiene que ver con temas de culinaria y gastronomía, letras metidas en la sopa; las letras escritas, tiene que ver con lingüistas, literatos y escribidores, hay otros que hacen el oficio de las letras referido a temas de hombre, cultura y culinaria, desde una perspectiva, histórica, antropológica y sociológica; lo de recetarios, dietas y demás yerbas, viene de los nutricionistas. Los chefs, mejor llamados cocineros, son los que tienen que ver con el arte de la culinaria y gastronomía, traducido, el buen comer; son especialistas y encargados de provocar nuestra presencia ante: el médico endocrinólogo, nutricionista, odontólogo, cirujano plástico, psicoanalista, cosmetóloga, aeróbicos, y cuanto “especialista” hay, respecto de querer estar en forma, ósea, bien “fashion”.
La sopa está para degustarla y las letras para saber y entretener; como degustar un libro y a la vez entretenerse y culturizarse con una sopa; depende del hambre y ansiedad, también, del deseo y necesidad de informarse. Podemos informarnos o no, es nuestra cercanía o lejanía de un mundo civilizado y globalizado; pero podemos dejar de saciar nuestra hambre. Las letras son importantes, dan prestigio, status, posicionamiento. La sopa, da vida, fuerza, energía, capacidad, que por cierto, permite hacer, letras y más letras.
Un trabajador de las letras puede ser formado y algunas veces es autodidacta, un trabajador de la alquimia culinaria, viene de fuerza, formado para hacer de la sopa un componente vital de nuestra condición humana. La referencia a la sopa de letras, no tiene otro sentido de llamar la atención de un presunto intercambio de pareceres entre un escritor, literato, critico, analista literario, cronista, ensayista, etc.; y un, emprendedor-cocinero-empresario y referente de una “Cocina Peruana”, hoy por hoy, puesta y degustada en los salones de la fama del mundo; propuesta gourmet de una culinaria que da cuenta de siglos de presencia, sola y acompañada, hoy la tenemos fusionada, no por dominación, sino producto de “mezclas magistrales”, hecho que necesariamente no se da, ni vemos en el mundo de las letras, cuyo concepto clave sería, “influencia”.
Los pareceres tienen desencuentros respecto de opiniones; un escritor hablando de los efectos de la sopa, y un especialista del gusto culinario, propuesto como jurado en un concurso literario, ósea, letras. El conocedor de letras no sería pecador, sino sabe hacer una sopa, o el reconocido cocinero, no sería condenado, si no hace un poema. Lo genial sería que al escritor le salga bien una timpuska, y al cocinero, ser un jurado de letras, de nivel.
En términos de “caer bien”, algunas sopas son “pesadas” y caen mal, hay que bajarlas con un poco de anís, de igual modo hay letras, que por más de darle y darle, no entran, son más pesados que leer en braille el diccionario de melcochita. Si de comidas y letras se trata, los hay ricas, sabrosas y geniales. El único reclamo por hacer respecto de este intercambio de pareceres, es el ruido alrededor del tema sopa y el tema letras. La sopa de letras es tan buena y necesaria, como sopa y como letras.
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