Un proceso de transferencia supone el
recogimiento de información del activo y pasivo de la gestión saliente. Es posible que el “saliente”, en el plano exitoso, muestre lo mejor de
su gestión en vitrina; es posible
también, que el “entrante” agudice su olfato rastreador de lo que de hecho considera malo o
cuestionable. Al margen de criterios
subjetivos y especulativos, el proceso de transferencia tiene lecturas
políticas, económicas, sociales, productivas, de relaciones y de imagen. El proceso constituye un acto de toma de
inventario, pero no evalúa la gestión,
en todo caso, debiera de tomarse en
cuenta objetivos cumplidos y resultados
de gestión, en función de sujetos económicos como son, pobladores, ciudadanos,
beneficiarios, trabajadores, empresarios y sociedad civil.
Los procesos
de transferencia deben de tener todo un conjunto de indicadores, que no solo
sirvan para inventarios de activos y
pasivos. La línea de base de
cada gobierno marca
la gestión; en esa perspectiva,
poco o nada se dice de lo que se
encuentra, menos lo que se deja; esta
costumbre va desde el gobierno
central, regional, hasta
los locales. De otro lado, de
debe evaluar por objetivos y resultados; tenemos las
promesas electorales, los planes de gobierno y exposiciones públicas, todos tienen carácter de ser informaciones
referentes. El tema no solo debe de
dar cuenta del
presupuesto para hacer “la obra”,
sino de verificar si está existe,
si es útil y quienes lo van
a usar, para qué, etc.
Esto último parece una
exageración, pero, necesitamos aprender a hacer gestión pública
no pensando en la auditoria, sino en la sonrisa del niño vacunado, de jóvenes estudiando, de
ciudadanos ejerciendo sus derechos, de pobladores viviendo en una ciudad
amigable, ….etc.
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