Qué tiempos aquellos en que las
elecciones se medían y definían por la
cantidad de simpatizantes y otros más,
que concurrían a los mítines y sobre todo al de cierre. Hay citas
notables de candidatos que al mismo tiempo tenían mítines, es el caso de Alan
García y Alfonso Barrantes; mientras
García señalaba que quería ser el presidente de los trabajadores
manuales e intelectuales, Barrantes le respondía en otra locación, quiero ser
el presidente de todos los peruanos. Como olvidar los debates previstos de todo
conocimiento y escudería, como es el
caso de Luis Bedoya Reyes y Héctor
Cornejo Chávez, por si no lo recuerdan,
fue televisado.
Hoy parece ser que las encuestas
adquieren un valor inusitado, dependiendo
de quien, como, en qué momento se
dan, manejan y usan. Según los expertos en medios y campañas, se
puede subir y bajar preferencias con este sistema. Si quiere ser elegido,
lógico suponer es que tenga su encuestadora y comience a hacer lobbys
políticos; buen negocio electoral y
quien sabe, también después. Desde la perspectiva de los estudios de mercado,
la política se convierte en una mercancía y por lo tanto está sujeto a las
reglas de la oferta y demanda; hacen su
discurso (oferta) basado en las necesidades (demanda). Luego usan la problemática social, política, económica, como crítica
permanente a la gestión de turno, para ello generan la expectativa de ser conocedores,
analistas y críticos, requisito obligado si quieren postular a algo, así van creando su propio espacio mediático y
empiezan a ser un referente, dicho así, están a punto de ser candidatos… y por arte de magia…. ya lo son; solo necesita
de las encuestas. Que fácil no.
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