Una definición básica de la Constitución se refiere a ser la ley fundamental de la organización del Estado; se le denomina también carta magna, porque reposan en ella los pilares del derecho, justicia y normas de un país; la Constitución basa su rol funcional en el control, regulación, defensa y organización, para este último componente, el énfasis son los poderes e instituciones públicas; tiene además, principios irrenunciables que se basan en lo jurídico, político, social y económico. El Perú da cuenta de doce constituciones en toda su vida republicana; hoy nos encontramos en la siguiente controversia, para un sector, la actual ley de leyes debiera de cambiarse, y para otros, la anterior debiera de recuperarse. En fin, desde mi perspectiva como Sociólogo intentaré descubrir la madre del cordero respecto de su debate.
El constitucionalismo peruano, basado en la vigente Constitución y anteriores, nos permite entender cuáles son los principios fundamentales, sus ideales, implicancias e imperfecciones; pensar en una Constitución por los siglos de los siglos amen, no juega; en tenerlas cada vez por antojo de los gobernantes de turno, por acomodo o desacomodo de intereses, tampoco. Quizás valga la pena intentar una construcción conceptual que ayude, en primer lugar, a los ciudadanos peruanos a entender en qué consiste todo este debate sobre cambio, reforma, referéndum constitucional y demás anhelos políticos; y en segundo lugar, a la sociedad política, tener claro que necesitamos tener una Constitución que permita construir país, sobre bases solidas.
Las Constituciones muestran una variada tipología acorde a condiciones y características de país, para lo cual se necesita entender procesos; todo lo hecho, visto y actuado, marca el necesario antecedente (pasado), la coyuntura como punto referente de todo proceso, nos indica el escenario de país (presente), y la perspectiva de nuestra sociedad cobra demasiada importancia en la construcción de una propuesta constitucional (futuro). En las tipologías constitucionales, tenemos las de tipo racional-normativa, que nos indican que a partir de actos voluntarios (democracia con procesos electorales), se puede regular la dinámica de la sociedad, porque se impone un comportamiento y se pretende dar competencias a los poderes públicos desde una óptica distributiva en la idea que la optimice. También hay propuestas de tipo histórico-tradicional que se basa en la costumbre como fuente y no la ley, el derecho consuetudinario basa su sentido en esta forma. De otro lado, poniendo énfasis en lo social, tenemos a las que basan su accionar en la regulación el Ser, y otros que pretenden poner el énfasis en el Deber Ser; hay también las decisionistas, que consiste en la voluntad de crear a partir de la Constitución un modo de gobierno; finalmente, lo que piensan que la Constitución debería ser el “súmmum” de la realidad social como una expresión suprema de condición de país.
La Constitución a partir desde su definición, historia y tipologías, necesita encontrar el escenario marcado en la perspectiva de construcción de país. Necesitamos minimizar componentes del pasado, seguir insistiendo con mucha vehemencia en nuestro variopinto pasado, nos hace padecer angustias crónicas; establecer una línea de base que dé cuenta real de lo que somos en todo el espectro, nos debe de dar una buena lectura presente, y obviamente, la construcción de país pasa por la visión que tengamos, reconociendo condiciones innatas nuestras. Necesitamos socializar lo que realmente somos: un país con regiones naturales que marcan y definen espacios con denominaciones genéricas de costa, sierra y selva; no bastando esa diferencia, le agregamos otra configuración, el norte, Lima, el sur y Oriente. Todo el colorido étnico lo encontramos a lo largo y ancho de nuestro territorio en formas propias y fusionadas con migrantes de varias generaciones atrás. La lengua va desde el español, quechua, aymara, dialectos y regionalismos importantes, como los arequipeñismos. Lo urbano y rural tiene sus propios distingos, de haber sido un país eminentemente rural (censo de l940) a ser un país urbano (censo del 2007); en lo social, las clases, estratos y segmentos han variado sustantivamente, hoy los designamos de la A a la F. Las creencias religiosas con más o menos énfasis en sincretismos generan una cosmovisión, que tiene lecturas desde el folklore, cultura, subculturas, etc. La economía de país enfrenta su historia desigualdad y desproporcionada, no solo en posesión, pertenencia, patrimonio, ingresos, sino además de oportunidades; reflejo de todo lo dicho es la expresión de lo social y sus diversas expresiones en el campo de la política. En la economía de producción, reiteramos la conocida afirmación, que somos un país de diversas riquezas naturales y que nos han marcado mundialmente como país primario exportador; no hemos alcanzado desarrollar áreas de transformación para ir dando valor agregado a nuestras materias primas, tenemos más vocaciones destructoras y depredadoras que de preservación del medio ambiente. Somos complicados en ponernos de acuerdo, la intolerancia y desesperación son parte de nuestra personalidad, no hemos intentado, creo que nunca, hacer una cruzada nacional sostenible de generar elementos, componentes, tanto ideológicos como materiales que procuren construir una identidad nacional que permita afirmarnos la vía para ser una nación. Nos cuesta entender conceptos como acuerdos, consenso, mayoría, interés nacional, ciudadanía, etc. Esta apretadísima síntesis de lo que somos, es el escenario para empezar a pensar en país integrado y articulado, es el escenario para pensar en sinergias, en propósitos, en crecimientos con caminos dirigidos al desarrollo. Seguimos siendo un país pobre, con pobreza extrema además, un país con héroes de combates y batallas perdidas, que le encanta siempre mirar hacia atrás y le cuesta entenderse y pretender mirar hacia adelante. Somos un país que va dejando de ser joven y empieza a tener más componentes mayores, en fin, hay más que decir, pero dejémoslo ahí.
La Constitución anhelada por los políticos, en la idea de tener su escudo protector, dista mucho de la Constitución anhelada por los ciudadanos, o por la fuerza laboral del país, por los empresarios, o los constitucionalistas. No suena racional e inteligente hacer Constituciones a gusto del cliente, por coyuntura o discurso de campaña electoral; la necesidad de tener una Constitución, va en el sentido de ser la expresión de lo jurídico, político, social y económico; y una manera de asegurar consistencia, fuerza, y cobertura, es tener en su convocatoria a todo un espectro multidisciplinario, en el entendido de ser amplios conocedores de lo que somos, tenemos, podemos hacer y lograr; pensar que su construcción debe de ser la expresión de esos contenidos por lo que representa, además, obviamente, de ser plenamente aceptada, lo cual le da legitimidad para su cumplimiento. La Constitución debe de ser un componente, como otros más, que nos sirvan para pensar en país, crecer como país y desarrollar como país, con la perspectiva de mejorar nuestras condiciones y calidades de vida; solo la Constitución no logra el cometido.