Dilma Rousseff; Presidenta de Brasil, visitará próximamente nuestra ciudad, dicha presencia nos lleva a pensar en la relación existente con este país; el posicionamiento económico de los cariocas y nuestros propios objetivos y estrategias, hace que nos veamos mutuamente para entender, quienes somos, que tenemos, que nos falta, que queremos y en virtud de todo eso, que podemos hacer de manera conjunta.
El Perú, como muchos países de Sudamérica, tiene una geografía heterogénea, diversa, poco accesible y rica en recursos de toda índole. En Latinoamérica se ha insistido en la integración a partir de la premisa, “la competitividad se garantiza con el desarrollo de la infraestructura”; es por esta razón que encontramos una serie de propuestas promovidas por organismos multilaterales como el BID, la CAF; la iniciativa de Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana (IIRSA), busca la integración y articulación física del territorio. Es bueno saber que IIRSA, es un plan impulsado por doce países sudamericanos (Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Perú, etc.), para unir la infraestructura de la región en diversos ejes, conectando proyectos de transporte, energía y telecomunicaciones; involucrando aspectos económicos, jurídicos, políticos, sociales, culturales y ambientales. Dicha iniciativa se lanzó durante la 1ra Reunión de Presidentes Sudamericanos realizada en Brasilia el año 2000, es aquí que nace la Carretera Interoceánica, que viene de Brasil a Iñapari, de allí va Puerto Maldonado, cruza la Macro Sur, para así llegar en tres ramales a, Marcona, Matarani e Ilo.
En un inicial balance de las implicancias de la Interoceánica, Brasil tiene las mejores posibilidades de uso de esta vía: objetivos claros respecto de su imagen país, posicionamiento, economía fuerte, territorio extenso y de hecho una población acorde con sus proporciones, esto lo convierte en un socio estratégico, tanto para comprarles, como para venderles; además, importa obtener beneficio de su comercio con el continente asiático, sobre todo con China.
En este marco y mirando nuestro sur, se evidencia carencias como, falta de integración cultural, social y económica; carreteras desoladas que cumplen solo con el objetivo de unir puntos, pero que reclaman la existencia de elementos que dinamicen la vida económica, productiva y social de la poblaciones circundantes; en otras palabras, tener una propuesta vial que se enmarque en objetivos de desarrollo local, regional y nacional. Estas vías replican el esquema de fronteras nada vivas, que traban el crecimiento y desarrollo. Poco se ha avanzado en promover fronteras acondicionadas, atendidas y con capacidades de impulsar economías competitivas.
En este contexto, se hace importante transformar el sur del Perú, es preciso que el Estado, en sus instancias regionales y locales, lidere el proceso, donde todos los actores asuman de manera proactiva sus responsabilidades, intereses y beneficios; necesitamos un sector empresarial que invierta y evidencie responsabilidad social, una sociedad civil que demande, proponga y vigile; es decir; se requieren actores comprometidos con visiones compartidas de crecimiento y desarrollo, todo dirigido a mejorar las condiciones y calidad de vida de esta parte del Perú.
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