La temporada de lluvias indudablemente ha dejado a nuestra ciudad, tan mal, que lo evidente no tiene perdón ni de Dios. Las lluvias nos muestran, nivel a nivel, paño a paño, reparación tras reparación, asfalto tras asfalto, y además, capas y capas; como las distintas administraciones municipales hasta hoy, han hecho todo lo que nunca debió hacerse respecto del diseño, material, trabajo, mantenimiento y protección de casi todas las pistas de nuestra ciudad, llámese en extenso, avenidas, calles, pasajes, puentes, pasos a desnivel, torrenteras, además de, infraestructura de agua, desagüe, alcantarillado y también energía eléctrica. No vamos a culpar a las lluvias, benditas y bienvenidas sean.
La temporada de lluvias no es novedad en nuestra ciudad; enero poco, febrero loco y marzo poco a poco; son expresiones que marcan su continuidad en el tiempo. Arequipa va acomodando su crecimiento a formas poco planificadas, como también, a inercias fuera de control que marcan a los conos como desplazamientos de este crecimiento. El centro de las iglesias, bancos, centros educativos, mercado San Camilo, diversión y establecimientos públicos, fueron saliendo y asumiendo locaciones estratégicas que dan un nuevo paisaje urbano de nuestra ciudad. Arequipa dormitorio, servicios, comercio, infraestructura y equipamiento, no armonizaron para nada con un concepto, tan claro y contundente llamado, plan de desarrollo urbano. Por la forma y ubicación, las “torrenteras” eran los desfogues naturales del agua de lluvia, se las invadió, se las vendió, se redujo su cauce y menos por cierto, se las recuperó, tratando de acomodarlas al paisaje urbano y no terminar siendo, depósitos de basuras; este es uno de muchos malos ejemplos de maltrato a la ciudad.
La temporada de lluvias generó emergencias que mal, nunca o tardíamente, fueron atendidas con recursos y equipamientos que hacen pensar que son usados más para destruir la ciudad que contribuir, al menos, a recuperar los desastres de la emergencia y quizás luego, emprender la cruzada de iniciar un verdadero plan de desarrollo urbano, que no solo tenga fijaciones en el hoy, muy por el contrario, importa pensar en una Arequipa de tres millones de habitantes, un sistema de transporte masivo, una infraestructura y equipamiento urbano con capacidad de soporte, no solo de lluvias, sino además, tener reservas de agua suficientes, para atender sequias, que también son factibles.
La temporada de lluvias, nos obliga a analizar el desempeño de instituciones de Arequipa que tengan que ver con la reconstrucción de la ciudad, medir la capacidad ejecutiva, sinergias, alianzas estratégicas y competencias obligadas; por ejemplo, la ciudad es también territorio de la Región y que los Distritos son parte de la Provincia. Resulta inútil, fijarnos en el pasado tratando de encontrar culpables de todo, cuando somos también responsables, por haberlos elegido y más todavía, volverlos a elegir. Va uno de muchos malos ejemplos. Nos gusta la lluvia porque limpia las calles y al día siguiente luce diferente y hasta con un olor característico; el sistema de “alcantarillado” del Centro Histórico, por ejemplo, va directamente al cauce del rio chili y de allí, obviamente a las cebollas y ajos de más abajo; no solamente son coliformes los ingredientes contaminantes, son los desechos de llantas también. El afianzamiento de la cuenca del rio chili, implica también el entubado y tratamiento de las aguas de lluvia derivados al rio por el sistema de alcantarillado, aparte de los desagües ya existentes. Así no es, no culpes a la lluvia. La reconstrucción de nuestra Ciudad es inevitable.
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