Oro y agua, son expresiones que representan todo un conjunto de componentes, cada uno tiene su propio rol, tanto en diseños, estrategias, como en políticas especificas; algunos los miran juntos, otros tratan de separarlos, miran a uno como bueno y al otro como malo; en fin, estas expresiones crean sensaciones más a querer separar, que a tratar de juntarlos amigablemente. El Oro, representa a una minería que tiene una historia nada santa, ha estado fuera de control mucho tiempo; hoy las condiciones no son las mismas, los escenarios han cambiado; se tiene dos ministerios, Energía y Minas y del Ambiente, que son los ojos puestos en esta actividad, disque a nombre del Estado, o sea, de todos.
De otro lado, agua, recurso muy preciado, no se exporta, pero se vende, nos sirve para consumos y también la usamos para generar energía. En teoría, priorizamos su uso diciendo, primero el ser humano, seguido de agricultura, industria y por último, minería. No le cobramos al mar por todos nuestros aportes; sin querer queriendo, nuestro liquido elemento, permanentemente se va, no la retenemos y poco la almacenamos. Esa es nuestra agua, que hasta hoy, no ha tenido una gestión que dé condiciones adecuadas en su manejo, protección y consumo.
Oro y agua, representan una forma simbólica de dar cuenta de nuestros recursos, de cómo los hemos tratado y explotado, de lo poco hecho en gestión comprometida con su renovación, aporte, impactos positivos, responsabilidades compartidas con sus manejos, estrategias de sensibilización, efectos positivos, etc. Hoy, tenemos al oro y agua, comprometidos en un escenario político, económico, social y cultural muy singular, en la que se ve más desencuentros, que acercamientos. Tenemos actores comprometidos en este tema también, existen elementos e instrumentos adecuados y necesarios, para tratar de tener una gobernabilidad acorde con la estrategia de inclusión social, bandera del Presidente Humala. Las condiciones para el compromiso están dadas; la población tiene, los presupuestos participativos, licencias sociales y consultas previas, el inversionista, una país en crecimiento sostenible y con ansias de desarrollo; de parte del Estado, una macroeconomía en azul, buena imagen y posicionamiento expectante; por lo tanto, querer llevar parte del crecimiento económico a millones de excluidos, es la estrategia política.
La inclusión social necesita de visiones claras; quiénes son y donde están los históricos excluidos, como se va a hacer, con quienes armar equipos, tanto en lo económico, político y social, todo en la posibilidad de hacerlo sostenible. Las alianzas, sinergias, sociedades y asociaciones publico-privadas, tienen que estar con cobertura de credibilidad, legitimidad y autoridad; los actores con sus acciones, participaciones y productos, tienen que ser sujetos de crédito, más por principio de Institucionalidad, que por floreos personalizados. Interesa más la lectura de proceso, cuyo resultado visto en metas, por ejemplo, calidad de vida, den cuenta de logros en satisfacción de necesidades, que esta no sea solamente social, sino económico, productivo , de cultura e identidad nacional. Conga es un referente estratégico, un punto de quiebre, que no solo debemos mirarlo y comentarlo, sino decidirlo adecuadamente.
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