El cambio en el equipo ministerial ha provocado una veintena de muertos y heridos, en un sector “izquierdista” denominado “caviar”; pensaron haber encontrado el ansiado momento para llevar a cabo todos sus proyectos de cambio y transformación de un país llamado Perú. No sé, si así lo creyeron; esta es solo una opinión recogida de editoriales, algunos intelectuales y tertulias de café; total, la política, siempre presente en nuestros quehaceres, no jugó a favor de los que les gusta manejarla.
El cambio en el equipo ministerial lo asumiré limpio de todo comentario hecho al respecto, solo usaré tres tiempos claramente definidos en el análisis. En primer lugar, la campaña electoral presentó a un candidato Humala dispuesto a hacer suyo el tema de los excluidos del crecimiento económico; donde, ni Toledo ni García, gestionaron acciones para mejorar indicadores de extrema pobreza y pobreza; las voceadas cuentas en azul, no reflejaron satisfacción y mejora de necesidades. El segundo tiempo es, Humala como Presidente, el discurso electoral que lo llevó al triunfo ya no podía repetirse, era el momento del “como” y este tenía que ser reflejado con una gestión que encamine la estrategia de la inclusión social; el tema tenía que pasar del discurso a la acción, tomando en cuenta por ejemplo, las fuentes de financiamiento para que sea creíble y sobretodo sostenible. El tercer tiempo está referido los socios estratégicos requeridos para emprender la cruzada de la inclusión; definitivamente no eran atractivos el Congreso, como tampoco los Gobiernos regionales y locales; en este mapa de actores, quedó expectante el sector empresarial, donde la minería, jala la mirada y mucha atención; no se sorprenda, allí está el secreto del cambio.
El cambio en el equipo ministerial tiene claro los propósitos, tanto para Ollanta Humala y ejecutivo, como para empresarios mineros y sus inversiones. Los dilemas de oro y agua deben de ser historia, importa la más la inclusión según ellos; importa mucho el aporte para financiar la inclusión, que simplemente dos dirigentes y tres caviares pintados de verde, que juegan a la revolución en un Gobierno que no nació izquierdista, ni lo es como dicen que es. En ese sentido, la inclusión no se hace con discurso, este es solo motivador; se hace con presupuesto, gestión, capacidad, innovación y resultados que se evidencien en indicadores demostrables.
El cambio en el equipo ministerial tiene claro que los mineros son socios estratégicos aportantes hoy. En un acto de reciprocidad convenido, el gobierno necesita fondos para su política de inclusión social; los mineros necesitan garantía para sus operaciones y futuras inversiones. De otro lado, la garantía planteada necesita de escenarios tranquilos; temas como licencias sociales y consultas previas a la población, necesitan de otro manejo y estrategia, donde el principio de autoridad aparece como requisito indispensable; el acuerdo es legitimar acciones que conlleven a un clima y escenarios gobernables. No es la mejor de las opciones, pero, las coyunturas necesitan de ajustes para generar continuidad, cambiar un gabinete no les quita el sueño; finalmente, la ocasión es aprovechada para decir a los gobiernos regionales y locales, que ellos son Estado también, por lo tanto, las responsabilidades necesitan ser también compartidas.
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