miércoles, 28 de septiembre de 2011

QUE VIVA EL FUTBOL


Dar vivas al futbol puede parecer extraño en una circunstancia en que la violencia,  muerte,  desinterés  y demás  bolas, son parte de  actitudes  sociales y de  un discurso mediatizado, que ya parece histórico por el tiempo en que viene sucediendo y la crónica que de ella hacen;  ecos reiterados  de,  hasta  cuando, quien es el culpable, yo no fui, fue tete, además de,  las formas como se  manejan  y como supuestamente  se  quiere resolver, deja, ya no mucho por desear, sino,  poco que esperar en solución. Hace tiempo que me retiré de la condición hincha  de  estadio, hoy  soy   televidente  deportivo, pero extraño de vez en cuando, el choclo con queso, a los patas, el gritar a voz en cuello, oye….., en fin;  ese fervor casi religioso, lo  perdí  por  todo lo que implica  ir  a un estadio, ver  y salir de él, este ateísmo pelotero mío, no tiene porque llevarlo como cruz una nueva hinchada que ve en el futbol, al estadio y sus encantos, un espacio de encuentro con emociones y sensaciones, tanto para  solitarios,  amigos, patas, familia y enamorados.
El futbol  visto como sistema, tiene en sí componentes que en el juego de la armonía, dan como resultado el espectáculo, y en otro juego, la violencia; el escenario del futbol no solo es el estadio y sus entornos, sino, la sociedad en su conjunto, aquí,  encontramos  reflejos  evidentes de nuestras actitudes y comportamientos. La violencia, delincuencia, inseguridad que vive nuestro país, tiene escenarios de lo más diversos, la familia, el barrio, centros de mercadeo, colegios, universidades y  por   supuesto,  recintos  para  uso masivo de gente, que tienen que ser manejados como espacio público y no como espacios privados en algunas de sus partes; lo cual limita acciones de prevención y corrección.
El futbol  marca generaciones y cada una de ellas, tiene un sello  por  su pasividad, hinchada o agresividad;  la historia de los futbolistas amateurs, aquellos que sudaban la camiseta  con pundonor y vergüenza deportiva, dan cuenta de hechos y actitudes propios de sus épocas y que hoy  los  vemos a través del  tiempo, no con nostalgia,  sino con preocupación por lo que sucede;  recuerdo  que los chimpunes  se lustraban con la pelota y no con la canilla del contrincante, que no  usaban resonancia magnética,  bastaba el calorcito por medio de las manos y dedos del masajista mojados de charcot, era la solución mágica; recibían propinas, además, un generoso aplauso y reconocimiento, de  una  hinchada que hasta hoy los recuerda; obviamente que hay marcadas  diferencias con el presente, no  trabajo  la  idea  de que todo  tiempo  pasado  fue mejor, por ahí no es,  me preocupa, ver la emergencia de la violencia expresada en el futbol,  la  tuvimos en la política, hoy nuestros espacios urbanos expresan inseguridades y para colmo, pretendemos   refugiarnos  en  nuestros  espacios privados, de agresiones e inseguridades públicas.
Que viva el futbol, espectáculo de multitudes, la culpa no la tienen los estadios, nuestras crisis como país daban cuenta también de la institucionalidad mediocre de lo deportivo, nuestros fracasos de campeonato y clasificatorios, obligaron la aparición de dirigentes y barras bravas, todos en lo poco o mucho, tenemos culpa en estas historias. Finalmente, vuelve Lolo y  usa tu fuerza para romper maderos y asustar arqueros, más no para agredir y violentar.

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