Esta semana el tema de
las represas ha estado en boca de todos los arequipeños, no precisamente por ser un tema obligado
respecto de nuestro abastecimiento del líquido elemento, sino, porque el agua
vino con “olor”. ¿Qué pasó?
El tema de las
lluvias, almacenamiento en represas, uso regulado de sus aguas para consumo
humano, agricultura, industria y minería, así como, trabajos que regularmente
deben de hacerse en anticipo de temporada de lluvias tratando de “descolmatar”, sirven para que no se pierda en el tiempo, “capacidad de almacenamiento”. Reconocemos que
debemos de estar en alerta respecto del
soporte de almacenamiento de las represas y la obligada descarga, también,
saber que por no tener suficiente agua,
tendríamos que racionalizar su
uso; ambas situaciones son un riesgo latente. Lo cierto es que no tenemos un
plan respecto de represamiento de aguas, tanto de altura, plano intermedio, cotas bajas y derivaciones; objetivamente necesitamos aprovechar
al máximo el líquido elemento y no estar
mirando siempre, su desembocadura exagerada en el mar. Aquí
tenemos un tema pendiente y de obligada atención por los efectos que va
significando día a día, el cambio climático y nuestra mala gestión. El agua de lluvias es imprescindible y su obligado represamiento
también, las dos son razones más que
suficientes por encontrarnos en un
desierto, para colmo, lo poco que tenemos,
no sabemos administrar y conservar.
El espejo de agua de las represas no necesariamente dan cuenta
de un volumen de agua almacenado, los fondos se están acolmatando y vamos
perdiendo capacidad. Lo cierto es que necesitamos más represas, pero al menos,
hagan el intento de “dragar” sedimentos y así recuperar volúmenes de almacenamiento;
más simple no lo puedo expresar.
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