El arequipeño se ha hecho conocer como el revolucionario, el
hombre orgulloso de su tierra, ha llegado a ver a Arequipa como una república
independiente. ¿A qué se debe esto?, ¿por qué adopta este pensamiento, esta manera de ver? Revolucionario es un concepto que viene desde
la política y tiene su asiento en lo social. Hay tres opciones en términos sociológicos: mantener,
mejorar o cambiar; el cambio está asociado a revolucionar, por lo tanto, desde este punto de vista, ¿el
arequipeño es revolucionario? A propósito, hay un libro de historia llamado “las
revoluciones de Arequipa”, es un
clásico.
Hemos tenido Presidentes de la República arequipeños o de
ancestro arequipeño, que más que revolucionarios, conspiraban, complotaban, derrocaban,
todo bajo la modalidad del golpe de Estado.
Hemos tenido más gobiernos militares que civiles, los militares eran por golpe; ¿cuántos fueron hechos por arequipeños o desde
Arequipa? Lo de revolucionario no viene por
ahí precisamente.
Desde el punto de vista de personajes, asumimos conceptos
de líderes y caudillos, desde su
propia imagen o desde movimientos, partidos políticos o
instituciones. Figuras como Mariano Lino Urquieta y Francisco Mostajo Miranda,
marcan un referente; uno médico el otro abogado, son de pensamiento distinto y
acción diferenciada, pero con objetivos que coincidían cuando se referían a Arequipa. José Luis
Bustamante y Rivero, inspiró y armó el Frente democrático, junto con otros
Arequipeños. Las opciones políticas de época marcaban a los liberales, demócratas,
socialistas, comunistas; estas opciones
desde los años 30, vienen referenciadas de figuras como Víctor Raúl Haya de la
Torre, José Carlos Mariátegui, Víctor Andrés Belaunde, etc.
Los militares eran los que armaban “la revolución”, con ellos,
sin ellos, o contra ellos, estas eran acciones de tipo insurgente, protesta o simplemente golpistas; aquí tuvimos
la llamada “revolución del cincuenta”
contra el general Odría, recordemos, que
fue él quien a su vez destituyó a Bustamante y Rivero. Pretender llevar conceptos históricos en lo político y social, a estrategias nuevas de movimientos
regionales y acuñarles denominaciones de origen como: arequipazos, moqueguazos,
baguazos, etc., ya es otra historia.
El arequipeño si realmente conociera su origen, acerbo,
expresiones y todo lo que tiene, se sentiría orgulloso de decir “soy arequipeño”.
No se ha hecho esfuerzos por tener una identidad que sea producto de haberla
construido, preservado, cultivado. A nuestros
alumnos del colegio, por ejemplo, ¿qué les enseñan sobre Arequipa?:
arqueología, historia, geografía, literatura, folklore (música, danza,
culinaria, gastronomía, artesanía),
turismo; creo que poco o casi
nada. los arequipeños nos
quejamos de haber sido invadidos por migrantes, al extremo de señalar que somos
minoría y solemos decir además que el Corso de la Amistad, tiene poco de
arequipeño, que tal postulante u otro, apelan a esos migrantes para ser favorecidos
con su voto, basta solo señalar estos dos indicadores.
No hay mejor estrategia para tener identidad de arequipeño
que, a propios y extraños, formarlos con valores de esta tierra que no solo es
un territorio, sino una multiplicidad de expresiones que hace
sentir lo arequipeño con una fuerza telúrica propia de esta tierra. El éxito de lo arequipeño por arequipeños, no
ha pasado por el visor revolucionario; el mejor grupo parlamentario que ha
tenido Arequipa, está en las figuras de
Roberto Ramírez del Villar, Mario Polar Ugarteche, Jaime Rey de Castro,
Javier de Belaunde, Héctor Cornejo Chávez, Juan Chávez Molina, etc., ellos dieron imagen de capacidades, entrega e
identidad; muchos de ellos a partir de la Democracia Cristiana, cristalizaron
“cambios” que dieron frutos en nuestra
vida económica, social, política, etc. Otro ejemplo de acciones y actitudes de
arequipeños por Arequipa, fue la experiencia de la Junta de rehabilitación y
Desarrollo de Arequipa, institución que dio pauta en lo posterior, se creó a
propósito de los terremotos del 58 y 60.
Las nuevas generaciones hoy actúan en un escenario que necesita de
otras formas de hacerle sentir lo arequipeño, no hay que forzar lo Arequipeño, ni tampoco basta decir que se es por haber nacido aquí.
Se quiere lo que se conoce y por ello se le cuida; la revolución que
necesitamos es la de formación y educación, la de los valores; ser arequipeño
tiene que ser un valor y no denominación de origen.
Necesitamos formarnos en mejores capacidades y actitudes, y
a los jóvenes, aparte de poder decir, “aquí
estoy y para que soy útil”, le agregaría: capacidad, formación y sentir arequipeño. Nos lo exige el
mercado, nuestra región, nuestro país.
Necesitamos crear revolucionarios que sepan que el cambio
es mejor que mantener e inclusive mejorar el status quo. Somos una región y un
país de denominación pobre y en crecimiento, que tiene que hacer mucho esfuerzo por cambiar
y mejorar; hay múltiples formas de hacer
empresa para conseguir tal objetivo, los
arequipeños lo hemos demostrado más de una vez y lo podemos hacer.