El
cementerio general de la Apacheta, administrado por la Sociedad de Beneficencia
Pública de Arequipa, fue inaugurado en el año de 1837; ha pasado ya mucho
tiempo y hoy lo encontramos casi en el límite de su capacidad; el crecimiento intenso de Arequipa en los últimos 50 años, ha configurado un nuevo paisaje urbano, donde el cementerio es un
referente innegable. La vida útil del
cementerio en el servicio funerario, llegó al límite. Hoy Arequipa necesita de
nuevo(s) cementerio(s); si la Apacheta ha durado en servicio más de 170 años,
Arequipa, la del millón de habitantes, necesita
que este servicio sea proyectado por lo menos 100 años más
adelante. El formato actual de
cementerio tiene que dar paso a una propuesta de corte ecológico, cuyo espacio
sea también un pulmón de la ciudad, la idea del cementerio gris tiene que ceder
el paso al cementerio verde, con vida, a pesar de sus residentes. Apostemos al verde.
Arequipa gris, da
la lectura del
cemento, elemento identificatorio
de la industria de construcción; hemos
cubierto la ciudad de cemento y asfalto, no ganando terreno al desierto, sino a áreas dedicadas a la agricultura, como
nuestra campiña. El cemento gris, finalmente, fue ganando espacio al verde vida, cediendo
espacio la Arequipa-campiña, al
proceso de urbanización, donde
migrantes e invasores, vieron a nuestra ciudad, como una alternativa.
El verde vida para futuros
cementerios públicos va bien con la necesidad de “parques temáticos”; la población necesita espacios
para su esparcimiento, relajo y diversión. Un club privado colapsó, los
colegios profesionales crearon sus propias alternativas, y el resto de la
población ¿Qué?, vamos a resignarnos a quedarnos en casa, creo que no es justo.