jueves, 7 de febrero de 2013

AREQUIPA Y LAS LLUVIAS

Las lluvias, el almacenamiento en represas, el uso regulado de sus aguas para consumo (humano, agricultura, industria y minería), así como, ¿los trabajos en anticipo de temporada de lluvias tratando de “descolmatar”?, nos lleva al escenario critico  de estar siempre en alerta  respecto del  soporte de almacenamiento de las represas y la consiguiente obligada descarga con los riesgos que ello supone. Lo cierto es que no conocemos un plan respecto de represamiento de aguas en altura, en planos intermedios o en cotas bajas, que  objetivamente, permitan  aprovechar  al máximo el líquido elemento  y no expectar  siempre, reboses y desembocaduras exageradas en el mar.  Aquí  tenemos un tema pendiente y obligado por los efectos que puede significar  el cambio climático.
No creo que debiéramos de reprocharle a la naturaleza,  por la intensidad de una temporada de lluvias. Se conoce desde antaño, que enero es poco, febrero  loco y marzo  poco a poco, así lo evidencia nuestra historia  fluvial; en ese sentido, las  lluvias  nos dejan siempre el mensaje: aquí estamos y no nos hemos ido. Quizás, situaciones de años anteriores de poca lluvia “incentivó” a usar espacios para ser invadidos y precariamente construir viviendas en zonas altas, laderas  o torrenteras; en esa circunstancia, la necesidad  tiene cara de hereje y eso muy bien lo saben grupos de dirigentes que se dedican a esos menesteres; también hemos  sido testigos de cómo ex alcaldes, vendían espacios, justamente, en torrenteras  y  laderas  y lo festejaban todavía. La naturaleza nos da permanentes lecciones y nos indica lo que no debiéramos de hacer;   sabemos que hay que estar en alerta permanente, pero poco caso le hacemos a la  prevención y planificación.  Necesitamos hacer un repaso de la lección y en esto no valen los jalados.
La lluvia nos gusta porque limpia las calles y al día siguiente luce diferente y hasta con un olor característico; el sistema de “alcantarillado” del Centro Histórico, por ejemplo, va directamente al  cauce del rio chili y de allí, obviamente, a las cebollas y ajos de más abajo; los coliformes nos son los únicos  ingredientes contaminantes,  los son también, los desechos de llantas y otras cosas más. Justamente, el afianzamiento de la cuenca del rio chili, implica  también el entubado y tratamiento de las aguas de lluvia derivados al rio por el sistema de alcantarillado, muy aparte de los desagües ya existentes.  El caso del Chili, es que genera un peligro evidente en su recorrido, en razón de que sueltan cada vez más agua, justamente porque las represas sobrepasan sus capacidades y se producen los reboses. Poco se ha hecho por descolmatar las represas y  cada vez se pierde más espacio para más reserva de agua; piensan hacer otras represas, pero nunca pensaron en descolmatar las existentes, así se ganaría más  agua. No culpen a la lluvia ni a los reboses, el tema es otro.


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