Pensando en
el desarrollo territorial de nuestro país, el indicador tiempo nos resulta muy ilustrativo, del censo de 1940
a proyecciones 2015, encontramos un país que pasó de ser rural, a tener una
estructura urbana con pretensiones de modernidad, cerca del 90% de la población
vive en ciudades. En esta secuencia de años, La dinámica informal de nuestra
economía, tan bien descifrada y planteado por Hernando de Soto, no solo fue
vista en intensidad en el ámbito urbano, esta informalidad alcanzó valores muy
altos en el ámbito rural, donde la pobreza, pobreza extrema, carencia,
insatisfacción de necesidades y desarrollo humano, precisamente, no fueron de los mejores. Conceptos
de diversidad, desequilibrios, desarrollos desiguales, migraciones, etc.,
generó posteriormente, nuevos estilos,
usos y gestión en el campo.
Hoy
hablamos de política global, seguridad alimentaria, asociatividad,
agroecología, agroindustria, agro exportación, ampliación de fronteras
agrícolas, sistemas modernos de riego, represamientos, canales, túneles,
generación de energía eléctrica, etc. El hoy, que lo remarcamos, ya tiene al
campo y al mundo rural, más cerca de consumidores y de los mercados, tanto
internos como extranjeros. El agro, lo rural, el campo, ya no son conceptos
apegados a lo tradicional, necesitamos que se encuentren, para alinearlos y
calzarlos con la modernidad, competitividad, innovación, tecnología, mercado y consumo. Ese
es nuestro reto.
La
agricultura debe estar priorizada y alineada con educación, salud,
conectividad, infraestructura, equipamiento y servicios. Hoy en día queda claro hablar de “plataforma de valor
agregado en el campo, de agroindustria, mejoramiento de cartera de cultivo, producciones
menores con criterio ecológico, plantas aromáticas y desarrollo del parque nacional de cereales andinos”, es
lo estratégico para el crecimiento y
desarrollo del campo, es urgente.
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