“La seguridad
ciudadana, tiene que ver, con todas las expresiones que dan vida a lo económico,
productivo, servicios, social y cultural,
tanto público como privado. La
dinámica de la (in)seguridad ciudadana, se torna manifiesta en tanto que el
crecimiento económico ha generado
aumentos patrimoniales, signos
exteriores de riqueza y mayor velocidad en consumos; esto en el lado visible de
las exteriorizaciones, pero a la vez, nuestros
indicadores de desempleo, subempleo, extrema pobreza, insatisfacción de
necesidades, etc., marcan la otra cara de la moneda. La mejora de indicadores y
condiciones económicas, no es justificativo de
aumento de inseguridades, traducido, delincuencia”. Texto dicho en esta
columna tiempo atrás, hoy, ante tanta barbaridad de opiniones y acciones,
resulta oportuno aclarar conceptos.
La seguridad
ciudadana es una política de Estado, para lo cual existe el Consejo Nacional de
Seguridad Ciudadana y tiene un nuevo reglamento. Se hace necesario trabajar la prevención
de la violencia y el delito, para lo cual vale preguntarse: ¿Cómo plantear el
observatorio del delito, el mapa del delito con sistemas geo-referenciados y la
capacitación del personal; cómo trabajar las audiencias como espacio para la
consulta permanente ciudadana a través de lo que la gente pide y sugiere; cómo
hacer una evaluación de desempeño a todo nivel, cómo trabajar los sistemas de
comunicación con sistemas de respuesta óptimo e inmediato, cómo trabajar planes
de seguridad homologados y que tienen que ser aprobados por los Concejos
Municipales? Por ser política de Estado, los Gobiernos Regionales pueden también crear
la Gerencia de Seguridad Ciudadana, la cual tendría que ser aprobado por su
Consejo Regional, obvio, previa presentación de plan de trabajo homologado. De lo que se tiene que hacer, ¿por dónde
vamos?