La política de inversiones, ha sido una estrategia que ha significado vender una buena imagen del Perú en el exterior. Una estrategia de esta naturaleza implica adecuar escenarios para su cristalización, como por ejemplo: seguridad jurídica, tributaria, laboral, en una economía de fácil sinergia y sin poderíos monopólicos; se hizo necesario también, tener un Estado que en sus diferentes instancias sea un componente proactivo, una sociedad civil acomodada a retos del crecimiento y desarrollo; finalmente, una población que entienda que los procesos pueden tener resultados beneficiosos para todos, sabiendo que arrastramos un déficit histórico de satisfacción de necesidades.
El escenario neo liberal nos planteó otros retos, y estos tenían que ser combinados con ajustes estructurales de la economía; era de suponer que la estabilidad estaba planteado como mandato y había que sujetarse a ello. Para el caso, aparecen indicadores que tenían que hacerse como, tener ventajas comparativas y ventajas competitivas, generar mejores productividades sobre la base de innovaciones tecnológicas en los procesos productivos, reducción de déficits, balanzas comerciales positivas, etc. En realidad se ha hecho un esfuerzo en la mejora de nuestros activos productivos y se ha manejado una gerencia acorde con las circunstancias. Todo el esquema responde a la estrategia del mercado externo como destino de nuestra producción, con un valor agregado todavía incipiente. Pero, lo que no se tuvo claro era, como mejorar las condiciones de nuestro mercado interno, como elevar su poder adquisitivo para que también sea destino de consumo; en realidad, somos todavía un mercado interno “pobre”, que en el tiempo, poco a poco ha ido incorporando consumos y servicios que antes no estaban priorizados.
Entonces, pensar en inversiones y dirigidas al sector secundario, nos conduce a sus componentes como son, industria, construcción y electricidad, cuyas dinámicas no han ido todas de la mano. El de mayor crecimiento obviamente es la construcción, todo por un boom que viene desde el Estado, por el gasto público y del sector privado, con inversiones inmobiliarias, comerciales, servicios e infraestructura; su crecimiento lidera la estadística. La electricidad crece por consumos, pero no encontramos nuevas fuentes para mayores consumos, pensando en mayores inversiones. La generación de energía debe de evaluarse desde la perspectiva de la matriz energética que necesitamos para afrontar consumos futuros de uso, tanto domestico, industrial, minero, como vehicular. Nuestro sector industrial quedó congelado en gran medida, salvo algunas líneas que por necesidades de mercado tuvieron que adecuarse; algunas industrias tradicionales tuvieron que modernizar sus procesos y así elevar productividades, todavía sus escalas no alcanzan demandas importantes; además, no se ha vuelto a generar posibilidades de un parque industrial que devino en otro uso, este sigue siendo un espacio de posibilidades y de valores agregados. Esta industria priorizada sobre la base de mercados de variada escala y alcance, debe de tener retos sostenibles y sustentables; los escenarios competitivos, tanto nuestros como externos, demandan calidades y productividades donde el bajo costo sea compatible con calidad de producto.
El escenario de las inversiones secundarias tiene que tener seguridades, infraestructura, equipamiento, capacidades, impactos minimizados y controlados y además, responsabilidad social; debemos de Internalizar inversión, crecimiento, desarrollo, responsabilidad, aporte, compromiso y beneficio; es una tarea de muchos, con miras a mejorar nuestras condiciones y calidades de vida de un lado, y de competitividad, por el otro.