El resultado electoral del último 10 de abril evidencia nuevos retos en una lectura de país que para propios, extraños, crédulos e incrédulos marca un referente; sobre este hecho salen a la luz una serie de interrogantes y posibilidades, veamos algunas: que pasará con nuestra aun frágil democracia, en qué nivel se encuentra nuestras relaciones políticas, económicas, sociales y culturales; como construir política y ciudadanía sobre la base de legitimación, hegemonía y autoridad. Cuán cierto es la tendencia a una polarización política, o evidenciar de otro lado, una intención cada vez más fuerte a un centro político, que pone como condición de entrada, estilos y estrategias que tengan que ver con consensos y acuerdos; como acercamos la azul macroeconomía de vitrina y titulares, a una economía sin precariedades ni sobrevivencias, tanto a nivel del trabajador, la familia, así como de empresas sobre todo, pequeñas y medianas; como hacer que crecimiento y desarrollo sean estrategias compatibles, electoralmente generan discursos del desarrollo y terminan haciendo gestión del crecimiento, sencillamente porque les interesa las cifras, lo cuantitativo y no la calidad de vida, por decir uno, de muchos indicadores. No creo que se trate de borrón y cuenta nueva, el reto está definido entre Ollanta y keiko y los dilemas electorales necesitan tener derroteros en la política, economía y sociedad.
En América latina, en los últimos años, el mapa político ha dibujado espacios que debieran entenderse como la presunta heredad de lo que ideológicamente fue la Cuba de Fidel respecto de EE.UU. Los casos de Venezuela, Brasil, Bolivia, Ecuador, Argentina y algunos centroamericanos (el orden no prioriza nada), generaron la expectativa de un nuevo discurso con viejos temas. La avanzada de este nuevo prospecto ideológico latinoamericano, tuvo resistencias de otros emprendimientos, caso Chile, Colombia, Perú; en todo caso, la virtualidad comunicativa no toma en cuenta fronteras de control de mensajes ideológicos y de alguna manera se pretende estandarizar categorías como si todos fuésemos iguales en pensamiento y acción. América Latina, históricamente, ha tenido otro tipo de expresiones que la marcan en escenarios propios y mundiales y que no significa que lo actual tenga el corte de lo inédito e innovador. Hoy, en nuestro país, lo que nos viene ocurriendo no tendría que ser cosa de otro mundo desde la perspectiva de la política; la idea no es cerrarnos a cualquier expresión ni pretender que lo nuestro sea lo único y último. La crisis de los partidos va teniendo sentido cuando los Estados obvian las intermediaciones con la sociedad civil y pretenden operar directamente con la ciudadanía. Los partidos reclaman sus espacios dando la idea que se los han arrebatado, cuando son los movimientos locales y regionales con reivindicaciones muy puntuales quienes crean sus propios espacios participativos en política y ciudadanía; es de entender, por supuesto, que la vieja guardia partidaria se apreté ante esta arremetida y ante nuevos espacios generados por juventudes, usuarios, consumidores, gremios y sectores laborales, quienes están hábidos y prestos de tener contacto con la política y así querer identificarse como ciudadanos participantes.
En esta recta final del proceso electoral, llamada segunda vuelta, llama la atención situaciones que vamos superando poco a poco y ello marca una tendencia. En las últimas elecciones regionales y municipales, fueron los movimientos locales y regionales quienes mayoritariamente ganaron las elecciones; hoy partidos de vieja guardia y media vida, sienten la arremetida de alianzas y recientes partidos. Hoy se usa conceptos de sistema y anti-sistema, modelos vigentes y cambio de modelo, utilizan indiscriminadamente conceptos como nacional, nacionalismo, nacionalista, no se sabe si desde la óptica cultural, patrimonial o política. Son expertos discurseando estrategias sobre QUE, y no intentan ilustrarnos sobre COMO hacerlo. La primera vuelta, llena de frivolidades y titulares con encuestas, debe de ceder paso a contenidos y estrategias de una agenda que el electorado espera de los dos candidatos. El sur del Perú, los espera para dar a conocer nuestros propios temas y escuchar de ellos propuestas, el norte, el oriente y Lima finalmente, debieran de replicar este buen ejemplo de debates descentralizados, ganamos todos en este dilema electoral.
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