viernes, 29 de abril de 2011

CONSTITUCIÓN,

Una definición básica de la Constitución se refiere a ser  la ley fundamental  de  la  organización  del Estado;  se  le denomina  también  carta magna, porque  reposan en ella los pilares del derecho, justicia y normas de un  país; la Constitución  basa su rol funcional  en el control, regulación, defensa y organización,  para este  último componente, el  énfasis son los poderes e instituciones  públicas;   tiene además,  principios irrenunciables  que  se basan en  lo jurídico, político, social y económico.  El Perú  da cuenta de  doce constituciones en  toda su vida republicana;  hoy  nos encontramos en la   siguiente controversia,  para  un  sector,  la actual  ley  de leyes  debiera de cambiarse, y para otros,  la anterior debiera de recuperarse. En fin, desde mi  perspectiva como Sociólogo intentaré descubrir  la madre del cordero respecto de su debate.  
El constitucionalismo  peruano, basado en la vigente Constitución y anteriores, nos permite entender cuáles son los principios fundamentales, sus ideales, implicancias e imperfecciones, pensar en  una  Constitución por los siglos de los siglos amen, no juega;  en tenerlas cada vez por antojo de los gobernantes de turno,  por acomodo o desacomodo de intereses, tampoco. Quizás  valga la pena intentar una construcción conceptual que ayude, en primer lugar, a los ciudadanos peruanos a entender  en  qué  consiste  todo este debate  sobre  cambio,  reforma,  referéndum  constitucional  y demás  anhelos  políticos; y en segundo lugar,  a la sociedad política, tener claro que necesitamos  tener una Constitución que permita construir país, sobre bases solidas.
Las  Constituciones  muestran  una variada tipología acorde a condiciones y características de país;  para lo cual  se  necesita entender procesos, todo lo  hecho, visto y actuado,  marca el necesario  antecedente (pasado),  la  coyuntura como punto referente de todo proceso,   nos indica el escenario  de  país (presente),  y  la  perspectiva de  nuestra sociedad cobra demasiada importancia en  la construcción de una propuesta constitucional (futuro).  En las tipologías constitucionales tenemos las  de tipo racional-normativa, que nos indican que a partir de actos voluntarios  (democracia con procesos electorales) se puede  regular  la dinámica de la  sociedad, porque se impone un comportamiento y se pretende dar competencias a los poderes públicos desde una óptica distributiva en la idea que la optimice.   También hay propuestas de tipo histórico-tradicional que se basa en la costumbre como fuente y no la ley, el derecho consuetudinario basa su sentido en esta forma. De otro lado, poniendo énfasis en lo social, tenemos a las que basan  su accionar  en la  regulación  el Ser, y  otros que  pretenden  poner   el  énfasis  en el  Deber Ser;  hay  también las decisionistas, que consiste en la voluntad de crear a partir de la Constitución un modo  de gobierno;  finalmente,  lo que piensan que la Constitución debería ser el “súmmum” de la  realidad social  como  una  expresión suprema de condición de país.
La Constitución a partir desde su definición,  historia y  tipologías, necesita   encontrar el   escenario marcado en la perspectiva de construcción de país.  Necesitamos minimizar  componentes  del  pasado, seguir insistiendo con mucha vehemencia en nuestro variopinto pasado  nos hace padecer angustias crónicas; establecer una línea de base que dé cuenta real de lo  que  somos  en  todo el espectro,  nos debe de dar una buena lectura presente, y obviamente, la construcción de país pasa por la visión que tengamos, reconociendo condiciones innatas nuestras.  Necesitamos socializar lo que realmente somos: un país con regiones naturales que marcan  y definen espacios con denominaciones genéricas de costa, sierra y selva;  no bastando esa diferencia le agregamos otra configuración, el norte, Lima, el sur y Oriente. Todo el colorido étnico lo encontramos a lo largo y ancho de nuestro territorio en formas propias y fusionadas con migrantes  de  varias generaciones atrás. La lengua va desde el español, quechua, aymara, dialectos y regionalismos importantes, como los arequipeñismos. Lo urbano y rural tiene sus propios  distingos, de haber  sido un país eminentemente rural (censo de l940) a ser un país urbano (censo del 2007); en lo social, las clases, estratos y segmentos han variado sustantivamente, hoy los designamos de la A a la F.  Las creencias religiosas con más o menos énfasis en sincretismos generan una cosmovisión, que tiene lecturas desde el folklore, cultura, subculturas, etc. La economía de país enfrenta su historia desigualdad y desproporcionada, no solo en posesión, pertenencia, patrimonio, ingresos,  sino además de oportunidades; reflejo de todo lo dicho es la expresión de lo social y sus diversas expresiones en el campo de la política. En la economía de producción, reiteramos  la conocida afirmación, que somos un país de diversas  riquezas naturales y que nos han  marcado mundialmente como país primario exportador; no hemos alcanzado desarrollar  áreas de transformación para ir dando valor agregado a nuestras materias primas, tenemos más vocaciones destructoras y depredadoras que de preservación del medio ambiente. Somos  complicados en ponernos de acuerdo, la intolerancia y desesperación son parte de nuestra personalidad, no hemos intentado, creo que nunca, hacer una cruzada nacional  sostenible de generar elementos, componentes, tanto ideológicos como  materiales que procuren construir una identidad nacional que  permita afirmarnos  la vía para ser una nación. Nos cuesta entender conceptos como acuerdos, consenso, mayoría, interés nacional, ciudadanía, etc. Esta apretadísima síntesis de lo que somos, es el escenario para empezar a pensar en país integrado y articulado, es el escenario para pensar en sinergias, en propósitos,  en crecimientos con caminos dirigidos al desarrollo. Seguimos  siendo  un país pobre, con pobreza extrema además, un país con héroes de combates  y batallas perdidas, que le encanta siempre mirar hacia atrás y le cuesta entenderse y pretender mirar  hacia  adelante. Somos un país que va dejando de ser  joven y empieza a tener más componentes mayores, en fin, hay más que decir, pero dejémoslo ahí.
La  Constitución anhelada por los políticos, en la idea de tener su escudo protector, dista mucho de la Constitución anhelada por los ciudadanos, o  por la fuerza laboral del país,  por los empresarios, o los constitucionalistas. No suena racional e inteligente hacer Constituciones  a gusto del cliente, por  coyuntura  o discurso  de campaña electoral;  la necesidad de  tener una Constitución,  va en el sentido de ser  la expresión de lo jurídico, político, social y económico; y una manera de asegurar consistencia,  fuerza, y cobertura, es tener en su convocatoria a todo un espectro multidisciplinario, en el entendido  de ser  amplios conocedores  de lo que somos, tenemos,  podemos  hacer  y  lograr;  pensar que su construcción debe de ser la expresión de esos contenidos  por lo que representa, además de ser plenamente aceptada, lo cual le da  legitimidad para su cumplimiento. La Constitución debe de ser un componente, como otros más,  que nos sirvan para pensar en país, crecer como país y desarrollar como país, con la perspectiva  de mejorar nuestras condiciones y calidades de vida; solo la Constitución no logra el cometido.

miércoles, 13 de abril de 2011

OLLANTA Y KEIKO, DILEMAS ELECTORALES

El resultado electoral del último 10 de abril evidencia  nuevos retos  en una lectura de país que para  propios, extraños,  crédulos  e  incrédulos  marca un referente;  sobre este hecho salen a la luz  una serie de interrogantes  y  posibilidades, veamos algunas: que pasará con  nuestra aun frágil democracia,   en qué nivel  se encuentra  nuestras relaciones políticas, económicas, sociales y culturales;  como  construir política y ciudadanía sobre la base de  legitimación, hegemonía y autoridad.  Cuán cierto es la tendencia a una  polarización política, o  evidenciar de otro lado,  una  intención  cada vez  más fuerte  a un centro político, que pone como condición de entrada,  estilos y estrategias que tengan que ver con consensos y acuerdos;  como acercamos  la azul macroeconomía  de vitrina y titulares, a una   economía   sin precariedades  ni sobrevivencias, tanto a nivel  del  trabajador,  la familia,  así  como de empresas sobre todo,  pequeñas y medianas;  como hacer que crecimiento y desarrollo sean  estrategias   compatibles,   electoralmente  generan discursos del desarrollo y terminan  haciendo  gestión del crecimiento,  sencillamente porque les interesa las cifras, lo cuantitativo y no la calidad de vida, por decir uno,  de muchos indicadores.  No creo que se trate de borrón y cuenta  nueva, el reto está definido entre Ollanta y keiko y los dilemas electorales necesitan  tener derroteros  en la política, economía y sociedad.
En América latina, en los últimos años, el mapa político ha dibujado espacios que debieran entenderse  como  la  presunta  heredad de  lo que ideológicamente fue  la Cuba  de Fidel  respecto de  EE.UU.  Los casos de Venezuela,  Brasil, Bolivia, Ecuador, Argentina  y algunos centroamericanos  (el orden no prioriza nada),  generaron la expectativa de un nuevo discurso  con  viejos temas.  La avanzada de este   nuevo  prospecto ideológico  latinoamericano, tuvo resistencias de otros  emprendimientos,  caso  Chile, Colombia, Perú; en  todo caso, la  virtualidad comunicativa no  toma en cuenta  fronteras  de control de mensajes ideológicos y de alguna manera se pretende estandarizar  categorías  como si todos fuésemos  iguales en pensamiento  y acción. América Latina, históricamente, ha tenido otro tipo de expresiones que la marcan en escenarios propios y  mundiales y que no significa que lo actual  tenga  el corte de lo inédito e innovador.  Hoy,  en nuestro país,  lo que nos viene ocurriendo no tendría que  ser  cosa   de  otro mundo  desde la perspectiva de la política;  la idea no es cerrarnos a cualquier expresión ni pretender que lo nuestro sea lo único y último. La crisis de los partidos va teniendo sentido cuando los Estados obvian las intermediaciones con la sociedad civil y pretenden  operar directamente  con la ciudadanía. Los partidos reclaman sus espacios dando la idea  que se los han arrebatado, cuando son los movimientos locales y regionales con reivindicaciones muy puntuales  quienes crean sus propios espacios participativos en política y ciudadanía; es de entender, por supuesto,  que la vieja guardia partidaria se apreté ante esta arremetida y ante nuevos espacios generados por juventudes,   usuarios,  consumidores,  gremios y sectores laborales,  quienes  están hábidos y prestos  de tener contacto con la política y así  querer identificarse como ciudadanos participantes.
En esta  recta final  del proceso electoral, llamada segunda vuelta,  llama  la  atención  situaciones que vamos   superando poco a poco y ello marca una  tendencia.  En las últimas elecciones regionales  y municipales, fueron los movimientos locales y  regionales  quienes   mayoritariamente ganaron las elecciones; hoy partidos de vieja  guardia y media vida,  sienten  la arremetida de alianzas y  recientes  partidos.  Hoy  se usa conceptos de sistema y anti-sistema, modelos vigentes y  cambio de modelo, utilizan indiscriminadamente conceptos como nacional, nacionalismo, nacionalista, no se sabe si  desde  la  óptica cultural, patrimonial  o  política. Son expertos  discurseando  estrategias sobre QUE, y no intentan ilustrarnos sobre  COMO hacerlo.   La primera  vuelta,  llena de  frivolidades  y titulares con encuestas, debe de ceder paso a contenidos y estrategias de una agenda que el electorado espera de los dos candidatos.   El sur del Perú, los espera para dar a conocer nuestros propios temas y escuchar de ellos propuestas,  el norte, el oriente y Lima  finalmente, debieran de replicar este buen ejemplo de debates descentralizados, ganamos todos en este dilema electoral.